sábado, 2 de abril de 2016

Pequeñas mentiras, grandes verdades








“ ....Ninguna compra.... nada que pese más de un kilo”.

De pronto, siento como si me hubiesen pateado el estómago y una garra helada me estrujara el corazón. Por favor, esto no puede ser cierto, por favor, que  sea una pesadilla. Me tengo que despertar ahora mismo!

"Un litro de leche por vez,  un paquete de café o un pan lactal no pesan más de un kilo" contesta el monstruo malvado que habita en mí antes que pueda amordazarlo.

Mientras que me quiero morder la lengua por mi falta de empatía con este nuevo problema de mi madre, miro a mi alrededor y … Eureka! Ahí está la salvación; paradito en un rincón del lavadero. Por suerte, Dios inventó los changuitos para estas contingencias.

“Esa porquería?” - dice ella – “ni loca. Yo con eso no voy ni hasta la esquina! Es horrible”.

Me resigno a hacer unas cuantas compras hasta que logre conseguir un carrito que iguale en elegancia a los demás accesorios de mi madre. Si no exuda charme y chic, no lo va a usar jamás.

En las idas y venidas por el barrio, aparecen piezas sueltas de un rompecabezas que no logro ensamblar.

El verdulero me pregunta cómo sigue La Señora después de su operación, el farmacéutico me comenta lo preocupada que la vio cuando le colocaron el stent, y el encargado quiere saber si se repone bien del infarto.

No entiendo más nada.

Que está pasando?

Siempre acompaño a mi madre cuando va al médico. Por más que su cardiólogo le asegure que su motor es un Rolls Royce, ella no se cansa de ir a verlo.  Le tiene mucha simpatía, el consultorio queda cerca, y en fin de cuentas, es médico, no? Por qué no consultarlo por dolores de espalda o de cadera, si ese hombre es un amor?

Pero qué es esta historia?

 De dónde salió esto de no levantar nada que pese más de un kilo?

El cardiólogo se fue de vacaciones. No puedo hablar con él hasta dentro de 15 días.

Por más empeño que le pongo, tardo como una semana en conseguir el changuito adecuado, ése que se merece que mi madre lo saque a pasear.

Pasan los días, y si bien las compras ya no son un gran problema, me da verdadera pena notar cómo se auto limita en tantos aspectos de su vida. No alza más a los bisnietos, no se anima a sacar los tapados de piel del placard  … poco falta para que pese su cartera antes de salir de casa, como si la calle fuera una aerolínea low cost.

Magna tarea es lograr hablar con el Doctor Cuore. Está tapado de trabajo cuando vuelve. El Abrete Sésamo resulta ser invocar el nombre de la paciente. Las ventajas de tener la categoría más alta de CardioAAdvantage, el Programa de Consultas Frecuentes.

Munida de una nueva Vérité de la milanesa, enfilo directo hacia casa de mis padres.

Justamente cuando llego, veo a mi madre volviendo de uno de los primeros viajes con el nuevo rodado.

Espero que saque sin ninguna dificultad una Coca de dos litros y la ponga en la heladera.

Respiro hondo, apelo a toda la piedad que puedo conseguir y le digo “ok., madre, me confieso, Mea Culpa: acabo de ir a ver al Doctor Cuore. Estaba preocupada por vos.  Como bien te podés imaginar él me confirmó que tu estado es más que bueno para una paciente de tu edad, y sigue aconsejando que hagas una vida totalmente normal.

Me fulmina con su Mirada Número 8 (una mezcla de irritación y desprecio) y me dispara:

“La que me dijo de no levantar objetos de más de un kilo fue mi profesora de teatro. No es cualquiera,   es una mujer muy inteligente”.











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