jueves, 25 de agosto de 2016

Con lindo tiempo y buen humor




Me levanté, re dormida y a los tumbos (como siempre) y fui más sonámbula que despabilada hasta la cocina. No existo hasta tanto me hace efecto la primera dosis diaria de café. Mientras que se calentaba el oscuro elemento noté que la cocina estaba muy agradable, casi calentita. Ya esbozando mi primer sonrisa del día, deslumbrada por tamaña temperatura primaveral, me dí cuenta que el calor venía del horno. Por favor, que estúpida, me dejé el horno prendido toda la noche !!!
(No te flageles. Eso no es nada. La cosa se vuelve grave cuando abrís el gas y no ponés el fósforo. Todavía no llegaste a ese punto, vele el lado positivo).
Es la segunda vez que hago la misma taradez. Cocino algo a la noche, con la intención de tenerlo listo para el día siguiente a mediodía. Hay algo en esta nueva rutina que no logro dominar. Cuando saco la comida y la controlo, si  me parece que ya está bien, dejo la fuente en la mesada y me olvido del horno.
(Bueno mujer, mirá el vaso medio lleno: por lo menos, no dejás nada  en el horno, no carbonizás la comida).
El día está lindísimo. Con la dosis de cafeína en mano, recién miro hacia afuera, y ahí está, la primera buena noticia del día:



Así nomás, de la noche a la mañana, te decidiste a florecer?  
Estás muy adelantada este año! Me lo dijo mi vecino - el botanófilo - y me costaba creerle. Cómo se entiende que Doña Naturaleza se despierte tan rápido, después de un invierno tan frío?
Menos mal que podé el ficus! Eso se hace en invierno, y sospecho fuertemente que debe ser en invierno de temperaturas, no invierno de almanaque. Flor de lío que fue toda la empresa: se había roto la maceta, aproveché para recortarlo bastante, cambiar maceta y agregar tierra nueva. 
Rebosante de entusiasmo, arremetí con maceta, tierra y herramientas como si trasplantara árboles de casi tres metros todos los días de  mi vida. Creí que iba a ser cosa de un rato, y me tomó una tarde entera, y mi cintura lo recuerda todavía.
(Vele el lado positivo: las piernas aún responden y seguro que quemaste como mil calorías).
Mi vecino dice que dentro de un par de meses va a estar irreconocible. Por ahora, pobrecito, está como un chico al que le cortaron demasiado el flequillo.
Pensándolo bien, igual que yo: le pedí a Diógenes que me saque 3 centímetros, y me amputó la mitad de la cabeza.  Ese es el gran problema con los peluqueros, incluso el más querido, conocido y de confianza: nunca se sabe qué día estarán de humor Tijera Fácil ...
 (De nuevo te digo, vele el lado positivo: sabés cuánto de vas a ahorrar en tintura, shampoo y demás productos para el pelo?).
 No me gusta tener el pelo muy corto, pero bueh, me crece tan rápido que no es para tanto, eso es cierto.
Pasé un momento feo cuando distraída, percibí mi cara de pasada frente a un espejo. Por un segundo, hubo algo en la imagen que me recordó a mi madre. Tremendo. Ningún parecido es voluntario, solamente una desafortunada coincidencia. Quién cornos inventó la genética? Díganme dónde está, así lo mato ...
(Dale! Vaso medio lleno - lado positivo: decí también que te dijeron que así estabas parecida a Lady Di. Eso es bastante mejor, no???).


La segunda buena noticia del día fue ésta: mi árbol con brotecitos !!!





Listo! Ahora sí convencida que se aproxima "lo bueno", me fui hasta el barcito de la esquina, que es como un club de barrio. Mientras que esté lindo para sentarse a tomar algo afuera, siempre una se encuentra con alguien para charlar.

Con las vecinas / amigotas del barrio hemos formado un grupo bastante grande, y todas nos contamos nuestras historias de salud, hijos, maridos y consorcios. Ultimamente el tema prevalente es el precio de las tarifas, claro está. 

Somos las genias de los precios en los supermercados y negocios de la zona. Pero en esto, seguimos a la deriva, sin terminar de entender qué va a pasar. Me tratan a menudo de Franchuta amarreta y no me importa. Ya veremos qué pasa y quién ríe mejor cuando lleguen las facturas.

Lo de la crisis energética es un hecho ya sabido y aceptado con resignación. Siempre, pero siempre terminamos en una discusión sobre cómo sería mejor ahorrar. En una sola cosa, hasta ahora, hemos logrado consenso absoluto: si el verano es muy caluroso, si empiezan los cortes de electricidad, habrá que ser solidarios y privarse de parte del consumo para colaborar. Y ahí - curiosamente - con el mismo espíritu de sacrificio de las Damas Mendocinas con la Campaña Libertadora, todas hemos asumido el mismo compromiso: boicot a la plancha, bienvenida la ropa dobladita nada más, y a lucirla orgullosas, como buenas Patriotas !!!

(Alguno que se atreva a decir que no sería de lo más políticamente correcto ??? ).


lunes, 15 de agosto de 2016

Mal de unas, consuelo de otras




Laura es una de mis amigas más queridas. Menuda, suave, dulce, hiperfemenina, es la mujer más buena del mundo. Enviudó muy joven, no tuvo hijos y estuvo muchos años en una relación con un hombre casado. Pasó demasiado tiempo  esperando que él resolviera sus dudas, su sentimiento de culpa y su confusión, para que en fin de cuentas el personaje las dejara - tanto a ella como a su legítima - de un día para otro.  Totalmente convencido, sin culpa y sin dilemas,  plantó a ambas por una mujer que acababa de conocer.
Si de relaciones se trata, el único aspecto en el cual Laura ha sido afortunada es en el de los vecinos. Vive en un edificio bastante chico, gestionado por los mismos propietarios. Todos se conocen, todos se llevan bien y todos colaboran entre ellos.
Cuando se mudó Martín al edificio, se felicitaron por el arribo de otro vecino encantador.  Educado, muy agradable y SOLO. Los de planta baja lo invitaron en menos que canta un gallo “para que fuera conociendo a sus vecinos” ….  y en particular a Laurita. Si había una posibilidad de formar una pareja, ellos se iban a encargar que sucediera. Hay gente que es así, casamentera por vocación.
La simpatía entre los dos fue instantánea. Había puntos en común, y en todo el consorcio empezó a palpitar la esperanza de  que surgiera algo entre estos dos seres que se veían tan buena gente el uno como el otro.
Pasaron las semanas, pasaron un par de meses, y era cosa habitual ver a Laura y Martín charlando juntos en la entrada, ocupándose de las plantas del jardín o revisando papeles del consorcio.
Para los que la conocíamos, el cambio en Laura era evidente: usaba conjuntos más coloridos, sonreía por cualquier cosa y arremetía ante la vida con un entusiasmo nunca visto. 

Nuestras conversaciones telefónicas en esos tiempos eran sobre un solo tema, y ese tema era Martín. El candidato seguía tan atento como siempre, pero no parecía querer pasar de ahí. 
Llegué a sugerir dejarlos encerrados unas horas en el ascensor para que alguno de los dos se decidiera a dar el primer paso, pero la idea no tuvo aceptación. Reconozco que lo mío no era muy sutil.

Una mañana Martín tocó timbre en lo de  Laura y con evidente expresión de vergüenza y de temor la invitó a subir a comer con él esa noche.
Laurita apareció puntual a la hora convenida, con la mejor torta casera en sus manos temblorosas.
Martín le sirvió una copa de vino y fue directo al grano:
“Laura, te invité porque …antes que nada tengo que decirte que sos la mujer más increíble que conocí en mi vida”
(Ella sintió que empezaba a sonrojarse)

"Hace poco que nos conocemos, y siento como si fuese de toda la vida"

(su corazón latía con tanta fuerza, que lo sentía retumbar en sus oídos)

"Me cuesta mucho abrirme ante los demás, por eso hasta ahora no había dicho nada"

(ni se percató que había dejado de respirar)


“Laura, yo soy gay, y me honra decirte que sos la primera persona de mi entorno a quién se lo puedo confesar”.



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Yo no tengo nada que ver con Laura y mi vida ha sido totalmente diferente a la suya. Digamos que si de relaciones se trata, “prolija” es un término que no aplica para mí.
Cuando pasé por la Segunda Gran Ruptura, me fui un tiempo a sanar mis heridas a la casa de La Costa. Mi padre estaba allá, y con él no iba a haber ni mucha contención ni grandes charlas, pero al menos, sabía que podría estar en paz.
Una mañana, lo encontré muy concentrado, examinando atentamente todos los rincones del jardín.
 “Me parece que voy a plantar hortensias”
- En serio, Papá? No sabía que te gustaban las hortensias - 
“Jamás puse porque dicen que cuando hay hortensias en la casa, la hija no se casa. Me parece que es hora de poner unas cuantas hortensias por acá"

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domingo, 7 de agosto de 2016

Desde el Sofitel hasta la cama




A principios de la semana nos juntamos con tres de mis Más-Queridos para almorzar en Le Sud, el restaurant del Sofitel.  Quisimos aprovechar un menú a  precio muy conveniente porque El Sofitel es lindísimo y siempre es un placer darse una vuelta por ahí.
Por una vez, dejé de lado la ropa Antártica y me vestí para la ocasión, con zapatos cancheros y todo. Como llegué bastante temprano, me fui hasta el museo Ricardo Rojas a sacar unas fotos. Mientras que gatillaba en el patio fui sintiendo cómo el charol en los pies y el cashmere en el cuerpo aportan más elegancia que calor. El atuendo no tiene toda la culpa. Me temo que por el entusiasmo (léase:hartazgo) de terminar de una vez con el brushing, puedo haber salido con el pelo un poco húmedo - y eso lo suelo pagar.
Del almuerzo en sí, lo mejor fue la compañía y el amuse-bouche que nos sirvieron al empezar. El resto, más bien flojo. Esperábamos otra cosa.  Tanto los platos degustados como el servicio parecían venir subtitulados “no pretendas más que esto por lo poco que pagaste”. Así lo vivimos nosotros, todo es opinable. Por ejemplo, podemos discutir si cuando un menú incluye una copa de vino, corresponde que la copa en cuestión te la llenen a un tercio de su capacidad; ahora bien, lo que es simplemente imperdonable es que el Malbec nos fue servido FRIO como recién salido de la heladera!

Experiencia comparable a comprar un pasaje a buena tarifa en Emirates, y encontrarse con un avión de Iberia al embarcar.

Por la tarde y ya en casa, mi desaprensión en pos de la estética me empezó a pasar factura. Un estornudo, un poco de tos, un escalofrío, un ligero ardor en la garganta … de las cosas que no son graves, lo que más joroba la vida, todo junto!
Resignada a un programa de cama y combate de los síntomas prendí el chupete electrónico y me desplomé. No sé bien qué pasó pero perdí 12 horas de mi vida. Tengo recuerdos confusos de lo que pueden haber sido sueños, pesadillas o delirios febriles. Una mezcla bizarra de monjas, bolsos de dinero, conventos y cuentas de servicios. Estoy segura que tuve mucha fiebre porque por momentos me despertaba empapada en sudor y después sentía un frío tremendo.
Cuando emergí me sentía como si me hubieran pegado una paliza y tenía la fea sensación que había algo que yo sabía y que se me pasaba por alto. De pronto, se me hizo la luz, y me precipité sobre la cuenta del agua, que jamás me había molestado en abrir: 1.500 mangos. Pero si vivo sola, me ducho en dos minutos y no tengo ni una canilla que gotea! Me harté de oír que nos hemos quedado sin gas y que está complicada la distribución de electricidad. Y qué pasó con el agua? Será que ahora la potabiliza Christian Dior?
(Claro, el problema es que el agua no tiene medidor. No puedo hacer nada, entonces. A menos que dé de baja el servicio y lave los platos con Villavicencio ... no saldría más barato?)
Entre fiebre, pesadillas y temor por las cuentas por llegar tardé tres días en resucitar. Tres días en los cuales estuve aferrada a los pañuelos de papel y al frasco de Lidil. No fue gripe, porque la gripe dura una semana, me parece? Solamente una vez  me vacuné. Fue el invierno que más enferma estuve. Bronquitis, laringitis, anginas, faringitis y todos sus parientes. Salvo gripe, claro está. 
Mal negocio. Jamás me volví a vacunar, y, en general, me apesto bastante poco por estas cosas del frío.
Aparte del ibuprofeno de rigor cuando arrecia la fiebre, me preparo mi tecito mágico y paciencia hasta que pase! 
La receta del tecito:
Una taza de té (porque es caliente y reconforta) con:
- bastante jugo de limón (para aportar vitamina C)
- jengibre fresco (excelente antiséptico natural)
- miel (para aliviar la garganta)
- Fundamental: un buen chorro de whisky o cognac (por si falla todo lo anterior !!!).