domingo, 13 de marzo de 2016

Shabbat Shalom




No soy judía. Para ellos, soy una goy y para los Católicos soy una oveja descarriada que ya sumó todas las amonestaciones necesarias para hacerse acreedora a  la expulsión. Me bautizaron y tomé la Primera Comunión, pero me parece que ninguna me prendió.

Vivo en Palermo. En una parte que no es Palermo Soho, ni Hollywood ni Barrio Parque. Un amigo arquitecto que es  judío dice que esto  es Palermo Tel Aviv.

Acá cerca hay una sinagoga, y tengo entendido que pertenece a una rama muy observante y  religiosa. Algo así como el Opus Dei de los judíos.

Los viernes a la tarde se ven montones de familias caminando hacia el templo. Los hombres van con trajes oscuros y kipá y las mujeres emperifolladas y con  pollerones largos.

Cuando recién nos mudamos al barrio le pedí al Mayor que fuese a comprar algo para picar. Entró al primer negocio que encontró, y sin mirar el  cartel que decía Kosher, ni los “signos raros” escritos en la vidriera entró y pidió 200 grs de jamón. Volvió con pretzels y desde ese día los amó.

El primer departamento en el cual viví en este Palermo Tel Aviv estaba dentro de un edificio totalmente normal. Algunos vecinos eran judíos, otros no. La única diferencia entre unos y otros eran los apellidos en las liquidaciones de expensas. Como cualquier otro lugar de la ciudad de Buenos Aires.

Después me mudé a dos cuadras. Y acá todo cambió. Por primera vez en mi vida, me encuentro con algunos vecinos que a mí, goy bruta que soy, me parecen salidos de los libros de Isaac Bashevis Singer que leía cuando chica.  En un primer tiempo me pareció sumamente pintoresco. Los veía  bajar por la escalera los viernes a la noche y pensaba  que ni loca quisiera estar en su lugar. Todo esto del Shabbat restringe demasiado la vida normal en este milenio. A  mí me resulta perfecto el ascensor, morfar lo que se me canta, usar mi auto todos los días y prender y apagar luces cuando quiero.

Por algún tema de no usar llaves, sacan el pestillo de la puerta de entrada para afuera. La puerta del edificio queda así arrimada pero no cerrada. Será que el D’os de ellos les asegura protección si cumplen a rajatabla con las tablas de la Ley? Y a mí, y a los demás goyim del consorcio, quién nos protege de los chorros???





Con tantos descendientes del pueblo errante y perseguido por la zona, no podía faltar un restaurante especial para esta clientela. Hace poco abrió uno acá cerquita, y lo fuimos a probar con mis amigos Yanquis que están pasando el verano en Buenos Aires.

Cuando llamé para hacer la reserva, me pidieron nombre Y apellido, teléfono fijo Y celular … Dos horas más tarde, llamaron al celu para confirmar que yo soy yo y que había hecho la reserva. Señores, no pedí  visa para Israel, no compré un vuelo de  El Al.  Será para tanto?

“Debe ser por seguridad”, dijo me amiga, que es judía. De qué seguridad me hablás, si los que vienen a morfar a este restaurant, son los mismos que dejan abierta la puerta de entrada de MI casa durante 25 horas por semana?

Eramos 3: mi amiga, su marido y yo.  Vino el maitre y preguntó si estábamos esperando a alguien más.

Mi amiga no tuvo mejor idea que decir que yo estaba sola, pero el Señor no  tendría a alguien para presentarme?

El pobre hombre improvisó más rápido que un bombero, y dijo que no sabía cuáles son mis requisitos.

“Que tenga pulso y que sea buena persona” , contesté.

-  en ese momento, el marido de mi amiga se atragantó de tal manera que creí que se nos iba - 

El lugar es lindo, la ambientación es cálida y hay mucha luz de velas, pero la comida … por favor, la comida …. me enamoré!

En la canasta de panes había uno que parecía una brioche. Mi amiga me contó que es jallah, y que se come en Shabbat.

No conozco los nombres correctos de lo que comimos. En realidad, no sé qué es la mitad de lo que comí. No importa. Le dimos como bestias al hígado de pollo, al pastrón y a unas papas que te deben llevar directo a usar dos talles más.

Bajamos todo con un vinito que no se quedaba atrás. Memorable es decir poco. Ese fue mi primer Shabbat, quizás el único.

Me llevé todas las sobras primorosamente empaquetadas. Si no me lo hubiesen ofrecido, creo que me hubiese largado a llorar.

Si no fuera porque le debo a mi abuela la receta de la mejor mousse de chocolate del planeta,  hoy mismo ya estaría buscando una bobe que me adopte.

Quién dijo que es necesario trasladarse para viajar? Estuve en Medio Oriente,  en Europa Oriental y volví a casa .... todo en una sola noche. Una noche de Shabbat.





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