No soy judía. Para ellos, soy una goy y para los Católicos
soy una oveja descarriada que ya sumó todas las amonestaciones necesarias para
hacerse acreedora a la expulsión. Me
bautizaron y tomé la Primera Comunión, pero me parece que ninguna me prendió.
Vivo en Palermo. En una parte que no es Palermo Soho, ni
Hollywood ni Barrio Parque. Un amigo arquitecto que es judío dice que esto es Palermo Tel Aviv.
Acá cerca hay una sinagoga, y tengo entendido que pertenece
a una rama muy observante y religiosa.
Algo así como el Opus Dei de los judíos.
Los viernes a la tarde se ven montones de familias caminando
hacia el templo. Los hombres van con trajes oscuros y kipá y las mujeres emperifolladas
y con pollerones largos.
Cuando recién nos mudamos al barrio le pedí al Mayor que
fuese a comprar algo para picar. Entró al primer negocio que encontró, y sin
mirar el cartel que decía Kosher, ni los
“signos raros” escritos en la vidriera entró y pidió 200 grs de jamón. Volvió
con pretzels y desde ese día los amó.
El primer departamento en el cual viví en este Palermo Tel
Aviv estaba dentro de un edificio totalmente normal. Algunos vecinos eran
judíos, otros no. La única diferencia entre unos y otros eran los apellidos en
las liquidaciones de expensas. Como cualquier otro lugar de la ciudad de Buenos
Aires.
Después me mudé a dos cuadras. Y acá todo cambió. Por
primera vez en mi vida, me encuentro con algunos vecinos que a mí, goy bruta
que soy, me parecen salidos de los libros de Isaac Bashevis Singer que leía
cuando chica. En un primer tiempo me
pareció sumamente pintoresco. Los veía
bajar por la escalera los viernes a la noche y pensaba que ni loca quisiera estar en su lugar. Todo
esto del Shabbat restringe demasiado la vida normal en este milenio. A mí me resulta perfecto el ascensor, morfar lo
que se me canta, usar mi auto todos los días y prender y apagar luces cuando
quiero.
Por algún tema de no usar llaves, sacan el pestillo de la
puerta de entrada para afuera. La puerta del edificio queda así arrimada pero
no cerrada. Será que el D’os de ellos les asegura protección si cumplen a
rajatabla con las tablas de la Ley? Y a mí, y a los demás goyim del consorcio,
quién nos protege de los chorros???
Con tantos descendientes del pueblo errante y perseguido por
la zona, no podía faltar un restaurante especial para esta clientela. Hace poco
abrió uno acá cerquita, y lo fuimos a probar con mis amigos Yanquis que están
pasando el verano en Buenos Aires.
Cuando llamé para hacer la reserva, me pidieron nombre Y
apellido, teléfono fijo Y celular … Dos horas más tarde, llamaron al celu para
confirmar que yo soy yo y que había hecho la reserva. Señores, no pedí visa para Israel, no compré un vuelo de El Al.
Será para tanto?
“Debe ser por seguridad”, dijo me amiga, que es judía. De
qué seguridad me hablás, si los que vienen a morfar a este restaurant, son los
mismos que dejan abierta la puerta de entrada de MI casa durante 25 horas por
semana?
Eramos 3: mi amiga, su marido y yo. Vino el maitre y preguntó si estábamos
esperando a alguien más.
Mi amiga no tuvo mejor idea que decir que yo estaba sola,
pero el Señor no tendría a alguien para
presentarme?
El pobre hombre improvisó más rápido que un bombero, y dijo
que no sabía cuáles son mis requisitos.
“Que tenga pulso y que sea buena persona” , contesté.
- en ese momento, el marido de mi amiga se atragantó de tal manera que
creí que se nos iba -
El lugar es lindo, la ambientación es cálida y hay
mucha luz de velas, pero la comida … por favor, la comida …. me enamoré!
En la canasta de panes había uno que parecía una brioche. Mi
amiga me contó que es jallah, y que se come en Shabbat.
No conozco los nombres correctos de lo que comimos. En
realidad, no sé qué es la mitad de lo que comí. No importa. Le dimos como
bestias al hígado de pollo, al pastrón y a unas papas que te deben llevar
directo a usar dos talles más.
Bajamos todo con un vinito que no se quedaba atrás.
Memorable es decir poco. Ese fue mi primer Shabbat, quizás el único.
Me llevé todas las sobras primorosamente empaquetadas. Si no
me lo hubiesen ofrecido, creo que me hubiese largado a llorar.
Si no fuera porque le debo a mi abuela la receta de la mejor
mousse de chocolate del planeta, hoy
mismo ya estaría buscando una bobe que me adopte.
Quién dijo que es necesario trasladarse para viajar? Estuve en Medio Oriente, en Europa Oriental y volví a casa .... todo en una sola noche. Una noche de Shabbat.
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