La Gran Dama
tiene que renovar sus documentos. Mi primer error fue sacarle turno para un
Lunes.
“Como que
Lunes, si los Lunes las peluquerías están cerradas – o acaso en ESE LUGAR no me
van a sacar fotos?”
Dentro de todo,
esto es fácilmente subsanable, porque ya estoy acostumbrada a convocarle el
peluquero a domicilio. La parte que no entiendo tanto, es por qué necesita
también manicura y pedicura. Menos mal que estamos en invierno, así zafamos al menos de la depiladora.
Yo pensaba
llevarla en mi auto, pero una vez más omití tomar en cuenta todos los factores
de la ecuación: es más que probable que no haya un estacionamiento exactamente
al lado, en la misma vereda, que el Registro Nacional de las Personas. Dejarla
en la entrada y estacionar yo sola el auto tampoco es una opción, porque tiene
miedo de marearse si se tiene que quedar de pie hasta que yo vuelva.
Considero
entonces la opción taxi. El problema es que no pasan muchos taxis por la puerta
de su casa. Una probable espera de algunos minutos en la vereda, exponiéndose a
eventual frío y/o viento, podría comprometer su salud … ni hablar – Dios no lo
permita!- del garrón que podría llegar a ser si llegara a llover: imposible
garantizar que no la alcancen unas gotas de agua, justo antes de salir para hacer
un trámite, nada menos.
Vamos por el
plan C: un radio taxi será la mejor solución.
“Para la ida. Y
para la vuelta, cuando estemos allá, en la otra punta de Buenos Aires, cómo
pensás conseguir otro taxi para volvernos de inmediato?
(City Tax, por
favor no me falles cuando te llame con el celu!)
Por más que
tengamos turno asignado, me preocupa el tema de la espera.
Le aseguré, le
prometí y le terminé jurando por mis hijos que va a haber abundancia de lugar
para sentarse en el ReNaPer. Si no lo hubiera, con pedir a alguien que le dé un
asiento lo resuelvo. Yo no tengo drama con que se cuelgue de mi brazo para
mayor estabilidad, pero después de un rato se hace como demasiado pesado.
Intento
imaginar el abordaje más conveniente para asistir a una persona que no tolera
quedarse de pie en una fila, pero que jamás se cansa ni se marea cuando se
trata de bailar. Por ahora, lo único que se me ocurre es sugerirle que baile
entonces cuando está en una cola.
Cruzo los dedos
esperando que el trámite sea rápido, que no haga demasiado frío en las oficinas
públicas y también que la calefacción no sea excesiva (nunca se sabe, pero
todos los excesos deben ser malos, no?).
Planifico todo
lo mejor que puedo, y me parece que he tomado en consideración la mayor parte
de los obstáculos que se pueden presentar.
Si algo no sale
como previsto, si surge algún inconveniente, no me quedará otra que articular
un lindo y civilizado “je suis désolée”.
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