sábado, 6 de febrero de 2016

Como si hubiera planchado una docena de camisas




El planchado es un tema casi fundacional en nuestra historia familiar.

Pocos días antes de casarme, mi madre me transmitió la regla de oro para una vida feliz “jamás aprendas a planchar ropa ni a lustrar pisos. Siempre se puede conseguir que alguien más lo haga por vos; así evitás joderte la vida”.

No le di ni cinco de bola y me divorcié muy rápido. Pero en rigor de verdad, una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Mi postura filosófica es diametralmente opuesta a la de mi madre.  A su “no saber para no tener que hacer”, yo le contrapongo el  “saber hacer para ganar autonomía”. Son posturas. Nada es gratis, todo tiene su costo y sus desventajas.

Justamente debido a mi “saber hacer” es que vengo cargando la mochila de todos los trámites más engorrosos, frustrantes y a veces estúpidos que nos caen en suerte a mi madre, mi hermano y yo.

 Nos hemos convertido en una Sociedad de Hecho en la cual cada uno aporta lo suyo: yo aporto el trabajo y corro con los gastos, mi madre aporta sus quejas por las trabas burocráticas y mi hermano me brinda su total y absoluto apoyo moral. Cada vez que surge un problema y se lo comento me dice “hacé como te parezca.Yo te apoyo”.

He llegado al punto en que  sólo pensar en un nuevo sello, una nueva traducción me produce taquicardia!

La buena noticia es que estamos en el Siglo XXI y algunas cosas se pueden resolver por internet. 

Esta semana tuve que mandar a Francia un formulario firmado por mi madre. “Si se lo mando ahora por mail, me lo podrá devolver mañana firmado, n’est–ce pas?” dijo el gestor. 

Sencillo, cierto?

 FALSO, pas possible!

Tardé dos días en conseguir una impresora con scanner marca HP en nuestra querida y desabastecida Buenos Aires. Tardé un día más en combinar horarios con mi hijo para que viniese a ayudarme a conectarla y enseñarme cómo cornos funciona ese bicho.

Una vez impreso el papel y firmado por mi madre, prendí la impresora, prendí la compu y no había internet. Llamé a Fibertel y me dijeron que era un problema de toda la zona y que estaría resuelto “en el transcurso de la semana”.

Desde Francia me reclamaban el bendito formulario. No comprendían el por qué de la demora.  Perdí la paciencia y espeté “hagan de cuenta que estamos en Africa. Tenemos dengue, tenemos zica, tenemos cortes de electricidad y sí, de vez en cuando también nos quedamos sin internet!”.

Ayer le pude confirmar a la impaciente interesada que al fin, luego de 5 días hábiles había logrado completar  el sencillo trámite, gracias a los avances de la tecnología y los procedimientos online.

Al primer “hola.  Que tal?” de mi madre esta mañana le contesté “Bárbaro. Me siento como si hubiera planchado una docena de camisas. De hombre.”

…….. ???

“Con la satisfacción de terminar una tarea que no me gusta y que no me sale demasiado bien. Una tarea que no sé dónde está escrito que la tengo que hacer yo; que no me reporta ningún beneficio y que jamás me van a agradecer”.

Exactamente igual que si hubiera planchado una docena de camisas"

“Ay, disculpame.  Tengo que ir ahora mismo a ver qué está haciendo la mucama. Después te llamo”.

 Y me cortó. Y no volvió a llamar.







2 comentarios:

  1. Jajjajajajaj me muero muerta!!!!😛
    Mi abuela le dijo algo parecido a mi vieja: no entres nunca a la cocina porque no salis... Se lo tomó MOOOY en serio!!! para mi desgracia..
    Lo de tu hermano.. No vale el apoyo moral!!! A veces hay que ponerse una pila y dar algo más!
    Peut etre que de donde no hay no se puede sacar como dicen aqui... Je ne le sais pas.
    Besote

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    1. Claro! Nunca se puede estar del todo seguro si no dan porque no tienen con qué, o si son flor de vivos ...

      Un beso,

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