lunes, 18 de enero de 2016

Los Peludos de regalo




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De pronto, un día, llegaba una carta de Francia. El viejo miraba el remitente, y si no era de la familia más directa, antes de empezar a leer adelantaba “seguro que es otro peludo de regalo”. 

(Hay que reconocer que mi padre llegó a excelentes niveles de vocabulario autóctono cuando se puso a practicar con los peones en el campo!).

Estas cartas de parientes que ni de casualidad mandaban ni una tarjeta para las Fiestas, traían todas un formato casi idéntico: preguntas sobre nuestro devenir en Las Pampas, anuncios de casamientos,  nuevos hijos, nuevos nietos, quejas (cuándo un Francés se va a privar de protestar ...) sobre la política / economía / gobierno francés y … el anuncio de que algún hijo del cuñado del primo político iba a estar en Buenos Aires entre tal y cual fecha y “me he permitido darle tu nombre y tu número de teléfono”.

Mis padres invitaban a los Frenchos aterrrizados por acá con un único e invariable programa: almuerzo en el restaurante de la esquina y sanseacabó.  Cómodo y barato. Lo que es una lástima, es que es un lugar que se especializa en salchichas alemanas y chucrut.  “Ya tendrán tiempo de comerse un buen bife de chorizo donde quieran”.

A medida que fui creciendo, y mis padres se volvían más mayores, empecé a poner el hombro (y mi casa, y mi cocina!) para  las invitaciones familiares.

Mi primo Guy (a quien nunca quise demasiado) llegó con un socio y no hizo más que quejarse del calor y de la suciedad de Buenos Aires desde que salió de Ezeiza.

 Un día más tarde, nos dejó plantados para la gran comida familiar que le había organizado en casa. Nos llevamos el susto de nuestras vidas, temiendo que lo hubiesen asaltado, violado o secuestrado.

 Suelto de cuerpo y como si nada,  llamó recién al día siguiente para decir que "se le había hecho tarde". Había salido  a festejar (sic), y no notó el paso del tiempo.  También aprovechó para pedirme si le podía pasar los datos de dos amigas mías para "divertirse un rato".

 Decir que lo mandé a freír churros es poco.

Me vengué contando la anécdota a toda la familia en cuanto fui a Francia. Peor que la condena social, es la condena socio-familiar.

Aurélie vino a cursar su último semestre de Ciencias Económicas en nuestra Universidad Católica. Me había comprometido a buscarla en el aeropuerto y a tenerla en casa hasta que lograse alquilar un departamento. Resulta que ella quería compartir el alquiler con otros estudiantes extranjeros a mitad del año lectivo. Jamás lo logró y la tuve de pensionista durante toda su estadía.

Esto no fue ningún castigo. En todo caso, me anoté flor de poroto. Los padres de la jovencita en cuestión no podían entender que yo me negara a cobrarles por la estadía un poco forzosa y no planificada de su hija. Para ellos, he pasado a ser una heroína.

El semestre en la UCA debe haber sido exitoso porque ahora Aurélie trabaja en un importante banco en París.  Después de 6 meses de alojarla, alimentar,  aconsejar y acompañar, me siento un poquito la artífice auxiliar de este logro. Sobre todo porque había venido un poco flojita de Español y le dí con todo para que pudiese cursar sin problemas. En un mes, hablaba muy bien Castellano, entendía lunfardo básico y se había vuelto una eximia puteadora.

Cada vez que hay una devaluación, cada vez que se sabe que el Peso anda por el piso, oh casualidad! redoblan los arribos.

Ahora llegó Klaus. Tenemos algún grado de parentesco, pero no lo sé con exactitud. Es algo así como para demostrar la teoría de los 6 grados de separación.

Klaus es Suizo y su idoma materno, paterno y habitual es el Alemán. Parece que todos los suizos no son tremendamente políglotas como yo creía, y para mí el Alemán es casi Chino. Nos arreglamos con su escaso Inglés y con Google Translate en la compu.

Un joven de unos 30 años, que se ha abalanzado con entusiasmo sobre cuanta comida típicamente nuestra le preparé. Ayer le pregunté si quería empanadas o milanesas. Me contestó "en ese orden está perfecto".

Es  un encanto de persona, muy querible,  pero puso a prueba mi vocación de guía turística y de consejera de viajes de TripAdvisor. No lograba interesarlo demasiado con los bosques de Palermo, ni con el museo Evita, ni haciéndolo ver la Casa Rosada ni el centro. Le ofrecí acompañarlo a La Boca y San Telmo pero no le entusiasmó. Por las dudas, ni mencioné una visita guiada del Colón o el Museo de Bellas Artes ...

A falta de mejores ideas, le sugerí que se diese una vuelta por Plaza Serrano, con la esperanza que se encontrase con otros jóvenes extranjeros. Exito total: me cuenta de bares y boliches de los cuales jamás oí hablar, ya probó dos docenas de marcas de cerveza, vuelve al amanecer y duerme hasta después de mediodía.

Para tener en cuenta: algunos vienen por tango y paisajes, otros quieren ver expresiones de cultura, y también están los que descubren que en Buenos Aires lo que siempre sobra es LA JODA !!!!





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