Bonjour a los quesos, las crêpes
y los patés.
Esta vez vine con uno de mis
hijos (El Menor).
Mis primeras impresiones al
llegar a Francia son siempre más o menos las mismas. Me impactan el orden, la
limpieza y la estética.
Vamos en tren cruzando campos y
bosques. Los colores del otoño son una belleza. Vemos pasar iglesias y casitas preciosas, cada paisaje digno de una foto … y el torrente
de comentarios fluye sin parar, mientras que mi hijo, con comprensión,
paciencia – y también muerto de sueño – asiente sin aportar demasiado.
Llegamos a destino y sigo en modo admirativo / didáctico: “fíjate
lo que es la estética, lo cuidado de todos los parques y jardines”.
Entramos al departamento, y le
hago una breve reseña de los diferentes estilos de los muebles antiguos.
Recalco el placer que me causa estar rodeada nuevamente de tantas cosas bellas,
y lo placentero del shock estético cada vez que vuelvo después de un tiempo.
Ubicamos las valijas en nuestros respectivos
cuartos, y le muestro de paso el resto de las instalaciones: “… baño completo
por acá. Fijate que consta de lavatorio, bañadera y bidet. Inodoro aparte, en
segunda puerta al final del pasillo”.
Mi hijo me mira, parece meditar
medio minuto y me dice “vieja, una pregunta. Tengo una duda estética: todo bien
si cuando voy al baño me dejo los pantalones bajos para ir hasta el baño grande
con el bidet”?
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