sábado, 19 de septiembre de 2015

Inimputable

Cuando nuestros viejitos dicen una gran verdad de esas que nadie se atreve a decir, los más jóvenes solemos disculpar la incomodidad que generan acotando “es inimputable”.

 Me vengo preguntando si los inimputables lo son porque van perdiendo los filtros entre la lengua y el cerebro, o si es que se dieron cuenta que  no tiene sentido perder tiempo y esfuerzo en decir las cosas a medias o poner excusas con tal de no quedar mal con los demás.

No califico (todavía) como vieja inimputable, pero cualquier sencilla cuenta me da que ya estoy más cerca del arpa que de la guitarra. Fue justamente mi último cumpleaños que me puso frente al tema, personificado en el tipo con quien tuve mi última relación.

Creí haber zafado esta vez, pero un par de días más tarde me mandó un mail pidiendo disculpas por el “olvido imperdonable” y preguntado  qué era de mi vida después de tanto tiempo …
tomemos al menos un café. Avisame. Te mando docenas de besos y un gran feliz cumpleaños atrasado”.

Uy nooo ¡!! Otra vez sopa ¡!!.  Cómo es que este personaje no entiende mis señales más que claras? Si me llama al teléfono fijo, le contesto que estoy a punto de salir, si me llama al celular, le digo que no puedo hablar en ese momento, y me tomo como mínimo un día para contestar sus mails o mensajes. Semejante tratamiento aplicado a lo largo de varios años, tendría que ser claro, no? Pues parece que no, y entonces procedo a un autoexamen:

 si el tipo no entiende es que no soy suficientemente clara.  No soy suficientemente clara porque no me atrevo a decirle lo que realmente siento: que si no supiese nada más de él viviría igual de bien, y que me harta tener que estar a la defensiva para esquivar besos y abrazos indeseados en las rarísimas ocasiones en las cuales no he podido evitar un encuentro.

No terminamos mal.  Simplemente perdí interés y preferí cortar. No da para mandarlo al carajo porque no se lo merece, pero … algo tengo que hacer!

Admito con bastante vergüenza que hasta busqué en Google temas como “qué hacer para que comprenda que se terminó” y todas sus variantes.  No encontré nada que me ayudara demasiado, y de pronto se me hizo la luz al pensar en “inimputable”.

Me tomé un día para responder (mensaje tácito Nro 1: respuesta tardía evidencia poco interés) y le escribí:

“Pero Fulano, qué tiene de imperdonable olvidar el cumpleaños de un ex?  Te consta que  yo no saludo a mis ex en sus cumples. Nunca pensé que eso estuviera mal.
Mi vida: linda. Mucho trabajo y muchos viajes. Sin tiempo para charlas ni cafés.
Te agradezco el saludo”.

Sólo el tiempo dirá si fue suficiente.

El efecto inmediato fue que me sentí muy bien. 

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