domingo, 6 de septiembre de 2015

Holaaaa

Holaaaaa”, respondió  temblorosa la voz de mi Madre cuando la llamé esta mañana. Acostumbrada a todos sus tonos de voz, no pude evitar decirle “Vieja, qué te pasa?”. Pregunta inútil si las hay, pero por alguna parte hay que empezar una conversación …

Entre suspiros y silencios, me llegó una respuesta entrecortada, teñida de Estoicismo y Profunda Resignación Cristiana: “no te preocupes por mí … es lo que hay … qué le vamos a hacer … Domingo … sola … en días como hoy …”

No estaba en mis planes ir a visitarla, pero tampoco se puede ser tan hija de puta (cero juicio de valor sobre la moral de la progenitora!), y me apronté a pasar un rato por su casa.

Por lo poco que había dicho - y por lo mucho que conozco al personaje - iba bastante sorprendida, preguntándome si sería posible que le estuviera afectando recién ahora  la ausencia del viejo.

 No habrán sido el más clásico y tradicional de los matrimonios, pero es cierto que la sociedad conyugal funcionaba muy bien (bajo su férreo y tradicional precepto de “lo tuyo es mío y lo mío es mío”), y que desde el punto de vista social, ella misma lo resumió de forma brillante: “es mucho más chic ser casada o viuda que divorciada”.

Estaba acostada cuando llegué y claramente no tenía la menor intención de referirse al motivo de su tristeza y desazón: “no pasa nada … hoy me quedo en cama y mañana ya voy a estar bien”.

Empezamos charlando  de las novelas que ella sigue ( me cuesta demostrar mucho interés porque jamás veo una novela). La cosa se me hizo más sencilla cuando llegamos al otro tema que nunca falla para alegrarle el día: las pilchas. Por lo menos, me pude enterar que las vidrieras de Cacharel están todas hechas en negro y blanco, lo cual nos augura un verano “fácil para usar luto”.

Pasaba el tiempo, su mal estado de ánimo era evidente;   ni por asomo podía llegar a imaginarme la razón. Temor por su salud? Preocupación por alguna amiga? Malas noticias de alguien de la familia?
Pasé media mañana entre el aburrimiento y la frustración. Llegué a fantasear en darme el premio a la Peor Acompañante Terapéutica, mientras que maldecía mi ausencia de empatía y/o del don de la adivinación.

Antes de mediodía me liberó ella misma: “andá, no te quedes acá enterrada todo el día … Disfrutá … vos que podés”.

Me acompañó hasta la puerta. Le di un beso y le pregunté si estaba segura que iba a estar bien.


Por supuesto,  pero qué porquería que son estos  Domingos, sin mucama!  Me contaron que en Chile tienen un solo Domingo  libre por mes. No entiendo cómo sigo viviendo en este país”.

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