domingo, 23 de agosto de 2015

Una misión de Alta Complejidad

La Gran Dama tiene que renovar sus documentos. Mi primer error fue sacarle turno para un Lunes.

“Como que Lunes, si los Lunes las peluquerías están cerradas – o acaso en ESE LUGAR no me van a sacar fotos?”

Dentro de todo, esto es fácilmente subsanable, porque ya estoy acostumbrada a convocarle el peluquero a domicilio. La parte que no entiendo tanto, es por qué necesita también manicura y pedicura. Menos mal que estamos en invierno­, así  zafamos al menos de la depiladora.

Yo pensaba llevarla en mi auto, pero una vez más omití tomar en cuenta todos los factores de la ecuación: es más que probable que no haya un estacionamiento exactamente al lado, en la misma vereda, que el Registro Nacional de las Personas. Dejarla en la entrada y estacionar yo sola el auto tampoco es una opción, porque tiene miedo de marearse si se tiene que quedar de pie hasta que yo vuelva.

Considero entonces la opción taxi. El problema es que no pasan muchos taxis por la puerta de su casa. Una probable espera de algunos minutos en la vereda, exponiéndose a eventual frío y/o viento, podría comprometer su salud … ni hablar – Dios no lo permita!- del garrón que podría llegar a ser si llegara a llover: imposible garantizar que no la alcancen unas gotas de agua, justo antes de salir para hacer un trámite, nada menos.

Vamos por el plan C: un radio taxi será la mejor solución.

“Para la ida. Y para la vuelta, cuando estemos allá, en la otra punta de Buenos Aires, cómo pensás conseguir otro taxi para volvernos de inmediato?

(City Tax, por favor no me falles cuando te llame con el celu!)

Por más que tengamos turno asignado, me preocupa el tema de la espera.
Le aseguré, le prometí y le terminé jurando por mis hijos que va a haber abundancia de lugar para sentarse en el ReNaPer. Si no lo hubiera, con pedir a alguien que le dé un asiento lo resuelvo. Yo no tengo drama con que se cuelgue de mi brazo para mayor estabilidad, pero después de un rato se hace como demasiado pesado.

Intento imaginar el abordaje más conveniente para asistir a una persona que no tolera quedarse de pie en una fila, pero que jamás se cansa ni se marea cuando se trata de bailar. Por ahora, lo único que se me ocurre es sugerirle que baile entonces cuando está en una cola.

Cruzo los dedos esperando que el trámite sea rápido, que no haga demasiado frío en las oficinas públicas y también que la calefacción no sea excesiva (nunca se sabe, pero todos los excesos deben ser malos, no?).

Planifico todo lo mejor que puedo, y me parece que he tomado en consideración la mayor parte de los obstáculos que se pueden presentar.

Si algo no sale como previsto, si surge algún inconveniente, no me quedará otra que articular un lindo  y civilizado “je suis désolée”.

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